Los shruttis y smrittis, las escrituras sagradas que son la base del Yoga, dicen que el error fundamental del hombre (la causa del dolor), es no conocer qué o quienes somos. A esta falta de conocimiento se lo denomina Avidya y es la espina que debe remover el hombre para trascender su estado de conflicto actual, primero en lo individual y luego en lo colectivo.
La conclusión a la que arribaron los sabios videntes de la antigua India, fue que hay dos dimensiones de nuestro ser, por así decir, y la mayor parte del tiempo somos concientes de sólo una, la dimension de lo manifestado.Lo manifestado es todo lo que podemos percibir, es el mundo sensorial que es el mundo, “nuestro” cuerpo, las sensaciones, los pensamientos y las emociones, todo mezclado, en un licuado indescifrable generalmente, confuso y desordenado.
Pero todo este mundo manifestado o “lo perceptible”necesita inevitablemente del otro que se nos pasa desapercibido, el mundo inmanifestado. Este último le proveé sustento al primero, es la conciencia o “lo que percibe”, o el espacio donde se manifiesta, o el espejo donde se refleja, el silencio que posibilita los sonidos, o el papel que dá fondo a la palabra.
Generalmente pasamos por alto a lo que percibe, pero es de fundamental importancia, es la mitad que no vemos.
Hay una alegoría muy utilizada que es la del mar. En la superficie cada ola, cada forma se percibe a si misma como una entidad separada de las otras olas. En conflicto, en movimiento, estos “vrittis” no perciben que todas son el mar. Las formas no quieren desaparecer y sufren por ello, pero la caída es inevitable y la separación imposible. En el fondo del mar todo es quieto, estable y los remolinos de la superficie no lo afectan. Esa es nuestra otra dimensión , por así decir. La dimensión del observador inmutable, siempre presente, el testigo.
Esta otra dimensión de nosotros mismos no tiene forma porque su naturaleza es contener lo que hay, por eso se lo denomina Shunyata y es traducido como “vacuidad”, o la dimension de la conciencia. La conciencia en si no tiene contenido ni forma, si no es la capacidad de percibir lo que aparece.
Descubrir la vacuidad en nosotros ( que es lo que somos) es el gran regalo del Yoga.
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